“Abre los ojos…” “Abre los ojos…” creía oír, o quizá era solo su imaginación. ¿Dónde se encontraba?. Todo se veía oscuro… Un frio entumecía su cuerpo… se encontraba acostada, los músculos entumecidos… Se escuchaban truenos a lo lejos y mientras intentaba retomar control de su cuerpo comenzó a sentir, una a una, las gotas de la lluvia sobre su piel… el olor a tierra mojada… estaba ensopada, seguramente había estado tirada bajo la helada lluvia un largo rato… estaba en el bosque… Intentó recordar cómo había llegado ahí…
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Hasta el año anterior su vida había sido semejante a la de todos los habitantes de Aguas Quietas. Su familia vivía en las afueras pero se mantenían vinculados con las gentes del pueblo gracias al mercado al que bajaban a comerciar sus productos. Valeriana sufría cada vez que Arboreo – su padre – mataba a una de las ovejas para vender su carne, prefería el verano donde comerciaba la lana.
Sus padres siempre lamentaron no tener hijos varones, lo intentaron 7 veces hasta que finalmente Hibora no pudo concebir más… Arboreo nunca ocultó lo que lamentaba la falta de un hijo varón que lo ayudara en las duras tareas del campo. Para colmo Salvia – la mayor – sufría de asma con lo cual no podía colaborar con nada en la vida de la granja, por lo cual Arboreo decidió casarla a la edad de 15 años con tal de “ganar un hijo”.
Aquel año Valeriana y a pesar de aun tener solamente 14 años, le pidió a su padre ocuparse del pastoreo de las ovejas. Su padre le entregó solo 10 ovejas para comenzar, pero rápidamente Valeriana demostró ser buena con los animales que la seguían dócilmente y tener un buen instinto para encontrar los sitios del mejor pasto. Así conoció muchos sitios de los alrededores del pueblo e incluso el Bosque Oscuro (al cual no se adentraba demasiado) y la base de los Cerros Fríos. Esos fueron años felices en que Valeriana gozaba de su libertad mientras que a la vez ayudaba en su casa, su rebaño creció y se decía que la lana que daban sus ovejas era la más suave y limpia de la región.
Valeriana no era tan hermosa como su hermana Lucierna, pero la vida a la intemperie le sentaba bien, su piel bronceada tomaba un tono aceitunoso que contrastaba con su largo pelo cobrizo y tenía una cierta calidez humana que la hacía parecer más bella de lo que objetivamente era. Por aquel entonces Valeriana bajaba bastante al mercado – a vender lana y leche, ya que no permitía que su padre carneara ovejas de su rebaño – y así fue que un día conoció a Robespierre Guillimontes, el galante y encantador sobrino de Gorcier. Robespierre devolvía su atención y Valeriana era muy feliz en aquel entonces.
Pero pareciera que la vida tiene cierto equilibrio y cuando mucho te da, mucho te quita. Aquel año fue el peor de su no tan larga vida – contaba entonces con 17 años. Todo el pueblo sufrió de alguna forma los efectos de aquel crudo y duro invierno, pero ninguna familia lo sufrió tanto como los Hilia. El enigma de las ovejas mutiladas jamás se develó… Una a una las ovejas fueron apareciendo muertas, comenzando por el rebaño de Valeriana y luego también las de su padre. Muchas ovejas aparecían mutiladas – faltándoles una oreja, un ojo o la lengua – y ningún rastro de sangre. Arboreo comenzó culpando a los lobos del bosque y comenzó una matanza terrible a la cual Valeriana se opuso fuertemente, bastante muerte había ya con la de las ovejas y era obvio en su mente que los lobos no mutilaban a sus presas de esa forma, cuando cazaban era para alimentarse y para Valeriana en la matanza de las ovejas había algún propósito maligno… Al cabo de un mes habían muerto todas. El fenómeno era inexplicable y por ello despertó muchas teorías y habladurías, desde brujería hasta leyendas del mítico chupacabras. Valeriana sufrió profundamente cada una de las muertes de sus ovejas y a pesar de sus esfuerzos nunca logro descubrir nada ni presenciar ninguna de las muertes.
Para toda su familia fue un gran golpe, su sobrevivencia dependía en gran parte de las ovejas, que eran la principal producción de su granja y la única fuente de ingresos. Cuando Arboreo comenzó a trabajar como leñador, sus discusiones con Valeriana se hicieron aun mas frecuentes – ella no comprendía porque su padre siempre tenía que destruir cosas para sobrevivir: matar a las ovejas por su carne, destruir el bosque por madera… Arboreo rezongaba que no alcanzaba con haber sido maldecido con 7 hijas y la muerte de sus ovejas sino que encima de todo tenía que soportar a su rebelde hija que cuestionaba todas las cosas que hacía? Fueron tiempos difíciles y nada felices para la familia Hilia.
Un noche Valeriana escucho horrorizada como su padre planeaba casarla con el horrible Driggor Guttespier – con el objetivo de entrar en el negocio del pescado – y no pudo tolerarlo. Driggor no sólo era mayor que ella, era aburrido y se comentaba que era un mujeriego y que bebía de más. Confrontó entonces a Arboreo diciéndole que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario por su familia pero casarse con Driggor nunca. La discusión escaló y cuando Arboreo perdiendo los estribos alzó su mano para golpearla, Valeriana corrió. Corrió sin rumbo ni dirección, mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Siguió corriendo hasta adentrarse en el Bosque Oscuro hasta que perdió completamente idea de donde se encontraba. Después de unos cuantos días – difícil precisar cuantos – de vagar sin rumbo, con hambre y frio, intentando buscar un sitio en el cual protegerse de la densa lluvia tropezó en una ladera y cayó por un barranco.
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La lluvia era menos densa ahora, más bien una llovizna molesta… aun no conseguía abrir los ojos… pero un extraño ruido le hizo olvidar sus pensamientos del pasado… era como un gruñido. Sintió un inmenso temor, estaba allí indefensa sin lograr moverse o reaccionar, tenía demasiado frio… Y de repente sintió un calor a su lado, algo tibio que se posaba sobre su cuerpo… sentía extraño olor… Presa del pánico lucho por abrir sus ojos y al abrirlos se perdió en la inmensidad de aquellos ojos verdoso-amarillos que la miraban con una increíble intensidad. Sin saber bien cómo o porque, no sintió miedo al perderse en la mirada del enorme lobo gris. A su alrededor había otros 4 lobos, algunos recostados sobre ella – de ahí el calor pensó.
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Hacía dos años ya de aquel evento, Valeriana había vivido en el bosque con los lobos desde entonces. La manada la aceptaba como un miembro más. Huan – el gran lobo gris - le había enseñado como sobrevivir en el bosque, como alimentarse, como comportarse frente al peligro… de alguna forma, en los momentos más difíciles, creía sentir la voz de Huan en su mente, guiándola…
2 de noviembre de 2008
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